
Los nuevos tiempos dan cuenta del boom de la apropiación de lo íntimo por parte del mercado y el poder. Es bien visto expresar sentimientos, llorar en "público". Autoridades que ya no sólo abrazan niños, toman guaguas en sus manos antes de un evento electoral o en tiempos de cuestionamientos a su desempeño, sino que dan cuenta de sus temores, de sus fragilidades y de sus dolores. Sean políticos de gobierno o de oposición, todos quieren dejar entrever esa parte íntima que, bien manejada, puede implicar un par de puntos más en las próximas encuestas.
Las campañas publicitarias hace tiempo que se dieron cuenta que lo íntimo vende y para qué decir de los grandes medios de comunicación: los realitys consagran la expansión de lo privado, igual cosa los programas del corazón. Nadie parece entretenerse con temas públicos, con temas de importancia general, por muy buena que sea la factura de la presentación de los mismos.
Pero lo íntimo ha sido coaptado, secuestrado por las garras del mercado. Así, lo íntimo se privatiza, se prostituye y se cosifica, se vende como un producto más. Ello explica porqué las empresas, los políticos, los líderes religiosos, entre otros integrantes del nuevo poder saben echar manos a este nuevo producto. La privatización de lo íntimo va de la mano de la privatización de lo público, con lo que se va constituyendo un escenario social y cultural absolutamente desarraigado, sin identidad alguna, vacío y contingente, exageradamente contingente.
En ese panorama uno se pregunta: ¿Por dónde irá la rebelión? ¿Por dónde la resistencia? ¿Por dónde la construcción alternativa de la nueva sociedad, de la nueva concepción de lo público y lo íntimo? Esas preguntas podrían llevarnos a diversas ideas, proyectos, asociaciones y luchas, en un campo social y político donde las demandas individuales desprovistas de todo compromiso de carácter ético y público irrumpen como los reclamos de consumidores rabiosos porque no le dan lo que les prometen o porque no los dejan entrar en determinados espacios o acceder a determinadas prestaciones. Son individuos que no quieren saber de nadie más que de sí mismos, a lo más de su pareja, hijos o padres y que el resto les importa una mierda. Lograr que lo íntimo no excluya en su constitución la dimensión pública, el compromiso con grandes causas, parece ser un desafío complejo. Es como esa hermosa imagen de las prostitutas escondiendo subversiv@s y guardando sus armas, ellas que establecen una relación verdaderamente íntima y pública con ell@s.