
Por alguna extraña razón, la masturbación tuvo muy mala prensa por siglos. Creo que la culpa la tuvo la Biblia, en no sé qué versículos se habla pestes de quienes se abandonaban al onanismo. Siglos más tarde, el padre del psicoanálisis en su libro "tres teorías sobre la sexualidad" (si mi memoria dañada por las pastillitas de colores no me traiciona), incluía a la masturbación como una desviación. Malos tiempos para quienes gozaban de su secreto placer.
En el mundo popular masturbarse era lo peor, sólo soportable en adolescentes. Pero si el joven o la joven eran sorprendidos por sus padres, los retos y palizas no solían ser algo raro. Por el contrario, había que correjir a tiempo este tipo de prácticas satánicas. Además una serie de relatos populares hablaban de pérdida de la memoria, de la vista, impotencia, esterilidad, profusa aparición de espinillas y bello en la palma de la mano.
Se suponia que una vez que la gente se casaba o se iba a vivir en pareja, ya no tenía necesidad de masturbarse. Por lo que la práctica de la masturbación en la adultez era sinónimo de personalidad solitaria, pervertida y babosa. Lo más despreciable de la jungla sexual prohibida. La imagen de la "solterona" que se masturbaba mirando el pene de su perro o con unos dildos (juguetes sexuales) era tan recurrente como la imagen del "solteron" eyaculando ante la pantalla de TV tras haber visto una estimulante película porno.
Hoy, cuando el matrimonio es una institución en crisis (no sólo se casa menos personas, los divorcios aumentan a tasas impresionantes, incluso en países reconocidamente religiosos y conservadores), crisis que alcanza a las convivencias extramatrimoniales; la condición solitaria de las personas adultas ya ha dejado de ser una rareza. Y al dejar de ser objeto de sospecha social, la condición solitaria de las personas adultas ha reivindicado socialmente las prácticas masturbatorias. Este fenómeno no sólo ha normalizado la práctica masturbatoria, ha posibilitado el desarrollo de toda una industria de juguetitos sexuales.
La masturbación ha logrado ganarse un estatus dentro de las variantes sexuales legítimas. Las denominadas prácticas previas en los eventos sexuales ganan prestigio desde que las mujeres están reclamando el derecho a gozar y al orgasmo. Y los hombres comienzan a reconocer las virtudes de los juegos previos, dejando de lado cierta propulsión invasiva y propia de eyaculadores precoces. Ciertamente que nada se descarta, habiendo acuerdo entre las partes.
Estar solo o sola y masturbarse ya no es un peor es nada. Tampoco es anormal hacerlo con la pareja o amistades. Definitivamente, la masturbación recupera terreno (en ciertas culturas no era objeto de censuras y oprobios) para la tranquilidad de la población onanista.